Exposiciones

A pintura que mira Ánxel Huete Del 19 de septiembre al 8 de noviembre A Coruña

Anxel Huete (Ourense, 1944) viene transitando por el territorio del arte -de la pintura- desde hace casi sesenta años. En el contexto del arte gallego representa una de las figuras más sobresalientes, no solamente por la construcción de un universo pictórico en continuo devenir, sino también por su participación activa en la escena cultural y política de su país. Para Huete, la pintura es un ámbito de reflexión e investigación constantes y en relación estrecha con el tiempo histórico y sus transformaciones sociales y políticas. Solo desde esta perspectiva podemos entender los traslados estéticos y conceptuales de su obra que, con extrema coherencia, ha sabido conciliar una identidad cultural propia con los avances y rupturas fundacionales del arte moderno.

A pintura que mira, primera exposición de Huete en la galería Nordés, reúne un conjunto seleccionado de pinturas y papeles realizados entre el año dos mil y el momento presente. En una carrera tan dilatada en el tiempo, este grupo de pinturas se adscribe, por lo tanto, a lo que entendemos como obra reciente. Revirtiendo la lógica tradicional del cuadro como artefacto para mirar, hemos convenido en la idea de conceder a cada obra un carácter autónomo y desligado por tanto de su potencial condición como depósito de la mirada o, más allá incluso, del análisis crítico. La pintura mira desde un adentro que es a la vez constructivo y formal como también histórico: relata un momento que atraviesa nuestra experiencia sensible y política. Como espectadores nos situamos pues en el mismo espectro que la obra misma, sin establecer las jerarquías convencionales de qué (quién) mira a qué (quién).

Esta constante dimensión del presente determinante con la que Huete ha operado a lo largo de toda su trayectoria no está negando las variaciones de su pintura en el tiempo, su lógica cambiante y en transformación, sino que más bien añade una perspectiva de temporalidad similar a la de otras entidades universales como sería, por ejemplo, el paisaje. La naturaleza como imagen abarcable, también nos interpela como observadores a través de su materialidad constitutiva y sus alteraciones medioambientales; y de nuevo, es la historia de cada paisaje, del territorio, lo que define su capacidad de transmisión histórica. Es precisamente este mismo mecanismo el que se nos antoja igualmente válido para la pintura de Huete, la cual por cierto también puede ser leída como un territorio o como un paisaje, constantemente modificado por el ecosistema cultural -político- que el artista ha vivido de manera implicada y responsable en cada momento histórico.

Desde finales de la década de los sesenta, en sus años de aprendizaje en Alemania, sus primeras obras aún figurativas y de sustrato pop nos trasladaban este espíritu del momento (Zeitgeist), conciliando las capacidades intelectuales y críticas del individuo, del autor en este caso, con la esencia cultural del lugar. La comprensión temprana de esta idea va a guiar el programa estético y la práctica artística de Huete a lo largo de toda su trayectoria, y creemos que solo desde esta confluencia entre producción artística y contexto cultural, puede -debería- entenderse su proyecto pictórico. Si analizamos detenidamente cada una de las etapas por las que Huete ha transitado desde los inicios de su carrera, comprobamos esta estrecha correspondencia entre pintura e historia, tanto en términos absolutos como en coyunturas políticas precisas: sus primeras inmersiones en el dominio de la abstracción y el sentimiento de irracionalidad derivado del mayo del 68; las geometrías de sus “recortes del espacio” frente al contexto político del final de la dictadura española; o la producción de una pintura esencialmente territorial en paralelo a la reivindicación de la escena artística y cultural de su país desde la fundación de Atlántica.

La pintura de Huete siempre responde a un programa que se entiende y concibe estrictamente desde cada presente. Tal y como hemos visto en los casos mencionados, los procesos naturales de cambio y elección estética fluyen en sintonía con el análisis de los marcos históricos y a partir de ahí se ejecuta una tékne meditada y precisa. Esta cualidad técnica juega un papel definitivo en su pintura, no en el sentido clásico de la resolución del cuadro sino más bien como una exigencia investigadora que contribuye a la producción de sentido. Cuando en 1997 se enfrenta a la arquitectura del Doble espacio del CGAC (Man de cal, Albanelería fina), la ejecución técnica resulta ser el elemento principal de una operación performativa en el espacio, constantemente señalado y acotado, pintado y borrado, en constante proceso. Esa caja geométrica se convierte al final en un territorio que, de nuevo, nos observa y nos interpela.

El conjunto de obras instaladas en la galería Nordés se presentan como un relato calculado en donde cada pintura establece una relación tensa y tonal con el espacio en blanco de la arquitectura. La ausencia de una cualidad narrativa refuerza la condición interna y estructural de cada obra y también su puesta en escena colectiva. La disposición enfrentada de obras que el espacio determina con su marcado carácter longitudinal y su acentuada altura nos sitúa como espectadores sometidos a la energía cromática y lumínica de este conjunto de pinturas absolutas en donde la materia se expande ilimitadamente aún a pesar de los márgenes definidos del cuadro. Estas obras últimas en la producción de Anxel Huete abandonan la forma y el gesto para abrazar una condición espiritual y de sutileza “suprematista”, un grado cero que sin embargo se redefine en el presente desde otros parámetros bien diferentes al de su programa primigenio en la disolución absoluta de la representación, ahora hacia una autonomía plena de la obra y su capacidad para mirar el mundo.

 

Juan de Nieves

Con el fin de ofrecer un mejor servicio, nuestra web utiliza cookies Saber más Aceptar