Exposiciones

Mirar hacia arriba, luego mirar hacia abajo y volver a mirar hacia arriba otra vez Mar Ramón Soriano Del 23 de febrero al 3 de mayo A Coruña

Se secan en el sol, si hay.

Placing damp bowls on the drying.

Se echa el baño. Putting on the enamel, on the inside only. Se cuecen. Marchan en las cestas.

 

R. Matilda.

 

A veces es interesante mirarse desde la perspectiva del que te ha mirado antes. Otras veces lo es el mirar algo que nunca has visto pero que resulta de algún modo familiar. Existe una mirada que exotiza lo externo y también una que convierte en signo lo propio mediante su auto-representación repetida. Las dinámicas de poder se entrelazan entre el observador y el observado, también entre territorios y, de igual modo, pueden ejercerse de forma espacial a partir de los sistemas de colocación.

 

Esta muestra se asienta en dos viajes que son, en realidad, el mismo. El mío, de Galicia a Nueva York y de regreso a Galicia y el de Ruth Matilda Anderson, igual pero en sentido contrario. La relación entre ellos me permite trabajar con imágenes y significaciones de ambos territorios que se emplean y se analizan a través de diferentes capas de observación e interpretación.

 

En las imágenes capturadas por esta americana en Galicia en la década de los años veinte del siglo pasado, observamos prendas y camisas, tanto vestidas como colgadas para secarse. También contemplamos joyas y ornamentos, elementos utilizados para la fotografía, y trajes que no se visten, sino que son extraídos de armarios y arcones para su inmortalización. Este trabajo, necesario a nivel patrimonial, puede resultar engañoso si consideramos la imagen fotográfica como prueba de veracidad. De manera similar, observo la nueva ciudad desde mi perspectiva escudriñadora pero también turística del que mira y se sorprende en lo ya conocido. Lo familiar al haber visto este lugar en numerosas películas y también al visitar este archivo fotográfico de nuestro pasado.

 

Por otro lado, el extrañamiento de Galicia que emana de estas imágenes se produce también desde la mirada del que vive en ella, al observar un pasado diferente y unas ciudades transformadas. Mi extrañamiento se desplaza igualmente hacia lo nuevo: el tamaño de los edificios, los autobuses escolares o las animadoras americanas, que acaban interesándome tanto a nivel de estructura como por ser una actividad popularmente femenina y, además, algo denostada. Estas expertas en construcciones espaciales y sororidades tridimensionales me recuerdan a las apañadeiras de Niñodaguia, soportando enormes cestas de cacharros sobre sus cabezas. Los ejercicios y formaciones de animadoras y los sistemas de apilado y carga siguen unas normas físicas básicas de disposición y carga que pueden trasladarse al lenguaje escultórico. La verticalidad se presenta como una constante en esta significación de poderes, desde los rascacielos hasta el ímpetu humano por elevarse para obtener una posición privilegiada, para observar desde arriba y estar más cerca del cielo.

 

En Mirar hacia arriba, luego mirar hacia abajo y volver a mirar hacia arriba otra vez trabajo con lo que está encima de nosotros y lo que está debajo, lo poderoso y lo humilde. Pies y calcetines, cuerpos y ornamentos, tejados, cargas, antenas y pompones. Sus faldas plisadas y nuestras camisas se confunden con tejados y bolsillos. Los picos de aquí y de allí se mezclan con pies descalzos y también con calcetines, representación de aquello que está más cerca del suelo. Lo de arriba y lo de abajo significan y en las obras presentadas se transmutan. Lo puntiagudo ahora es vaso, recipiente o cuenco y lo que está más abajo, cerca de la tierra que sirve como cimiento del cuerpo se eleva. Las tejas funcionan como cuencos, las faldas no cubren nada. La bisutería funciona como ornamentación de bajo presupuesto, como pose y como representación. Esto alude de alguna forma al posado fotográfico, ponerse de domingo, los zapatos del domingo. Hay capas y capas y filtros y filtros transparentes proyectados sobre las imágenes por parte de la fotógrafa y también por parte de las receptoras de dicha fotografía. Esta superposición de transparencias me interesa como veladura y filtro.

 

Las formas propias de Niñodaguia se revisan y se transforman, en Oito femias deitadas y Oito machos recipientes, parto de formas de la alfarería tradicional de este contexto, volúmenes que se colocaban en la parte superior de las casas para coronarlas. Siendo las femias redondeadas los machos son pinchos que apuntan al cielo. El simple ejercicio de voltearlos anula su agresividad puntiaguda, convirtiéndolos en vaso, jarrón y recipiente. Ambas obras funcionan como líneas horizontales en el espacio que conviven con otras obras verticales. En Las partes en las que tengo que plegar un rascacielos, tejas de pizarra se utilizan para calcular con tizas la relación entre mi altura y la de los edificios más altos de Nueva York. En Apañadeiras apañandose unhas ás outras (I'll be there for you, When the rain starts to pour) construyo torres a partir de estas mujeres que además de sostener sus cargas, se sostienen a sí mismas y se miran las unas a las otras. En las cuatro obras tituladas Las faldas, en realidad, pueden ser los tejados de algo se invierten las colocaciones espaciales de pompones, faldas, pies y calcetines. Las antenas cerámicas sirven para elevar las estructuras unos centímetros más, las construcciones son edificios y también figura humana. Las obras en papel distribuidas por la sala son ejercicios de transparencias, superposiciones, pliegues y bolsillos. Aquí reunimos lo que se muestra y lo que se esconde. Lo que se encuentra y se guarda. Son prenda y dibujo, cuerpo, papel y vestimenta.


Mar Ramón Soriano

 

Estructuras

           Columns

    Torres

        Rasca

 Triangles

   Contar

    Sumar

   Doblar

    Cielo

   Floors

       Pies

   Arriba

   Palos

  Alfileres

       Piernas

 Paredes

    Cimientos

 Cuerpos

       Sostenerse

   Uptown

Downtown

  Express

    Local

        Subir

  Crecer

 


Cruzar el río de Brooklyn a Manhattan

 

 

Todos nos preguntamos, cómo se empieza un viaje, se aprende, se decide volver, y finalmente, se retorna. Con un océano de por medio, una masa de agua que conecta ambos países, el viaje de Ruth Matilda Anderson, fue en cierta parte un experimento, como el de Mar Ramón, en una ciudad nueva, donde se idearon los primeros pensamientos sobre esta obra.

 

Investigar en el archivo de Ruth Matilda Anderson en Nueva York teletransporta en cierto punto a nuestros orígenes, donde podemos encontrarnos con lo conocido en terrenos completamente desconocidos. Una paradoja que una artista descubre cruzando de Brooklyn a Manhattan, de una casa física temporal, a una casa reconocible, en fotografías, cartas, registros. Subirse a un metro en Nueva York uptown o downtown significa escoger un camino totalmente distinto, sin embargo se utiliza la misma línea de transporte. Un viaje que va en ambas direcciones, se puede repetir. Mar juega con las transparencias como un engaño en los archivos, los bolsillos que esconden información secreta, los recovecos y esquinas para guardar tesoros.

 

La sorpresa ante códigos y mecanismos que se conocen en una ciudad inmensa hoy en día se pueden trasladar, a una mirada que va y vuelve, se pliega y repliega, comenzando a principios de siglo de una americana en Galicia.

 

Influenciada por uno de los oficios más antiguos del mundo, la alfarería, la obra se compone de piezas que poseen una combinación complementaria entre apoyo y ausencia, una similitud como la que los cacharreiros de Niñodaguia precisan con la ayuda de las equilibristas apañadeiras. Para elaborar objetos de alfarería y avanzar culturalmente como sociedad, el equilibrio de estas mujeres era imprescindible. Y es en el lenguaje de la artista, donde la silueta de apañadeiras trabajando se puede parecer a la de una animadora en faena. La figura norteamericana de cheerleader dice literalmente que lidera el ánimo. Al equipo, al logro, al triunfo. Y celebran la victoria.

 

Durante su producción hasta la fecha, Mar ha trabajado con barro, telas, algodones, pañuelos de papel, sacos y metáforas. Tensiones de objetos de pared, que también representan tensiones humanas, entre lo opulento y lo sencillo, y las diversas utilidades de un objeto, como las tejas que conforman un tejado, los cimientos de una casa, el valor de la entrada en un papel a un espacio o el número de un billete. Mirar hacia arriba, luego mirar hacia abajo y volver a mirar hacia arriba otra vez hace pensar en una pieza de cerámica popular, mezclada con el símbolo de un pompón, la estatura humana y su correspondencia a un rascacielos.

 

Elena Pérez-Ardá López

Febrero 2024, Brooklyn, Nueva York

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